En esta entregra de El Otro Punto, Jorge Moragón nos lleva hasta principios del siglo pasado para conocer algo más sobre nuestro deporte favorito. 

Las historias que no tienen respuesta son las que más nos apasionan. Preguntarse qué, cómo y cuándo. Situarse en mil posibles momentos que nuestro cerebro intenta reproducir. Usar la imaginación para buscar respuesta a cosas que muchas veces no la tienen. A veces se tiende a mirar al cielo buscando respuestas del pasado, sin dejar constancia del camino recorrido. En ocasiones, el azar deja migas de pan para que un día alguien vuelva y sepa cuáles fueron tus inicios. Imagina con pasión cuál fue el camino del voleibol. Un deporte que cambió su rumbo allá por 1928.

El terreno de juego. La pista donde se retaban los gladiadores del balonvolea por aquel entonces, no sufre grandes variaciones respecto a la actualidad. La disputa de los partidos masculinos se realizaba en campos de 10×16 metros, divididos de forma idéntica por una red en el centro del campo a 2,50 metros de altura. Para los femeninos, el campo se reducía hasta los 8×16 metros, igual que la red, la cual se bajaba hasta los 2,20 metros.

Además, ¿se imaginan un partido que durara 20 minutos? Antes de esta fecha, el encuentro se jugaba con dos partes de diez minutos cada una. Cuando no era suficiente para ganar el partido, se disputaba una prorroga de 5 minutos. Prórroga que se repetía hasta encontrar vencedor.

Lo más llamativo de todo, es que los equipos tenían sobre el campo a 8 jugadores posicionados en 3 filas libre de esquemas fijos, pero manteniendo el orden de los números de sus camisetas en todo momento. Solo se contaba con un sustituto que entraba al terminarse la disputa de uno de los puntos del partido.

Uno de esos equipos lograba un punto cuando, teniendo la posesión del saque, forzaba el error del rival. En caso de que el equipo que iniciara el juego perdiera ese punto antes que su rival, el saque cambiaría de lado.

Otro elemento fundamental era el juez, lo que hoy llamaríamos árbitro. Las normas básicas del juego eran, sino las mismas, similares a las actuales, por lo que no variaba mucho su función. La novedad venía cuando tenía la potestad de amonestar o expulsar del duelo a uno de los jugadores. Bien por doble amonestación o directamente con una expulsión directa. En el caso de que uno de los dos equipos no se presentara, el que estuviese en el campo vencería 10-0 con 2 puntos más para la clasificación.

Lo que se ha contado anteriormente viene recogido en un libro escrito por un curador del distrito escolar de Cracovia (Polonia) en 1928. El manuscrito fue publicado bajo el nombre «Patada, baloncesto, voleibol, cuadrante…». No sería de extrañar que en España sucediera algo idéntico o similar, pero, desde Comunidad Voley, aún no se ha encontrado ninguna prueba que lo demuestre. Seguiremos buscando.

Diseño portada y texto: Jorge Moragón (@JMoragon9)