Sabes lo que va a pasar porque lo has visto antes en películas y en la vida real. Lo sabes. Igual que sabes que cuando un árbol gigantesco va al suelo se lleva por delante a otros más pequeños y hasta algún pobre animalillo al que no le ha dado tiempo a escapar. Lo sabes.

Cuando un gigante es abatido, se desmaya o desfallece, se lleva por delante todo lo que su enormidad alcanza. No lo hace queriendo, no es algo voluntario, son daños colaterales. Esas cosas pasan y pesan. Las casas se rompen, los coches se abollan, los cristales se hacen añicos… Es inevitable. Y el pobre gigante, sin deseo alguno de algo parecido, ha provocado una catástrofe a su alrededor cuya recuperación correrá a cuenta de los damnificados. El gigante ha fallecido y se ha llevado todo por delante. Lo has podido ver en películas y lo has podido ver en la vida real, sino en la tuya en la de algún ser cercano. Has visto las lágrimas de una despedida anticipada, de la incertidumbre más absoluta ante el qué va a pasar ahora y la impotencia ante unos escombros que con tanto sudor y esfuerzo habían logrado ser un hogar hasta unos instantes antes.

Es inevitable esa desolación provocada por la muerte del gigante ¿pero podría haberse evitado el fallecimiento del gigante? Probablemente. El lunes en la rueda de prensa que realizará el club logroñés podremos saberlo.

El pasado miércoles el voleibol femenino español vio como un gigante desfalleció. El estruendo fue conforme a su talla: 18 títulos ganados de 20 disputados; Igualado en tripletes al histórico Tenerife Marichal; El primero en contar con una mujer dirigiendo el banquillo durante toda la temporada, ¡y qué mujer! Nada más y nada menos que Esther López. La que fuera le mejor líbero europea, de la noche a la mañana, se encuentra sin equipo al que dirigir, al igual que Daniella Da Silva, ahora capitana sin barco; O Fernanda e Iva ese muro que no pudieron derrumbar los ataques del rival y, sin embargo, ahora se tambalea. Bergren y Danira descolocadas; A Patricia le han lanzado una bola insalvable y no sé cómo Javier Blanco va a poder anotar algo positivo de este partido, al igual que Fran, que no acostumbra a escribir crónicas sobre la derrota de su equipo. Aina y Alba ya no estaban en el barco en el momento exacto del hundimiento, aunque más que un barco era una trainera en la que todo el equipo remaba al unísono. Helia vuelve a comenzar, ha arribado a tierra en la misma isla a la que llegó con 17 años, hace media vida.

Ahora solo queda recoger los cristales y volver hacer de los escombros un hogar, cada uno el que pueda, como pueda. Pero sabes, porque lo has visto antes, que si un gigante se derrumba en tu vecindario, tu casa también sufre daños colaterales.

 

Pilar Barbó